L@s Rivales De La Luz/Lo Que Asombra Y Aplasta /Doctrina De La Lírica Corrosiva/Letanías Al Vacío/ Textos por Javi Ero
jueves, 25 de septiembre de 2014
DROGAFICCIÓN
Camina Juanito, camina y verás:
Cantar a los chalados en la puerta del club
Entra y comprenderás porque los locos
Decidieron pactar con Satanás
Y vender el alma y lo poco
Que les quedaba de coco
Tómatelo con calma y empieza a quemar zapatillas
Y no temas por el monstruo de mil ojos que parpadea luces de colores
Disfruta el presente aunque mañana llegues a casa de cuclillas
Pues este es el momento de descubrir nuevos sabores
Y si el momento alguna vez acaba, no te embajones
Pediremos al camarero otra ración de champiñones.
A LO MEJOR MAÑANA EL CIELO ES DE COLORES
Y mi boca se hizo pastera, y a esta, le siguió la garganta, he perdido la cuenta de las líneas que me hice para llegar hasta aquí, le doy un sorbo a la botella de agua, aunque de poco me sirve, y vuelvo al lavabo para vaciar la vejiga, mis riñones, aunque resentidos, me lo agradecen.
Vuelvo a tumbarme en la cama a intentar relajarme, a sabiendas que no lo voy a hacer ni de coña, nos hemos hecho tal maratón de rayas que podríamos hacer una pista de atletismo, aunque no podríamos practicarlo debido a la tensión muscular y al dolor de pecho, cositas de la ciudad salvaje y sus tentáculos supongo.
Hartos y cansados de escuchar canciones que iban desde los discos viejos de la Central hasta el Chiquetete, pasando por Destruction, Mastodon o Misfits, Pedro decide marcharse, han sido un viernes y un sábado a toda tralla, saliva y zapateo en la disco, aparte era el más mayor de los que estábamos allí y vio mejor pirarse, se despidió de mí, y nos dimos un abrazo como si no volviéramos a vernos en años, culminando con un beso en la mejilla de mi parte, supongo que la anfeta me vuelve más tierno.
Como pasábamos de vernos los jetos sin mediar palabra, fuimos a un garito cercano al barrio, a uno de esos locales donde ponen Música Negra.
Aunque no me apetecía llenar mi gaznate de alcohol, pedimos sendos tercios Sara y yo, que era la chica que nos había acompañado en este viaje de Techno, After Hours, y colocón musical (y no tan),que ahora rechazaba los brazos de Morfeo y seguía la senda de rizar el rizo, igual que Eloy, aunque este se quedó fuera apoyado en un coche charrando con gente que había por ahí.
Mojaba mi garganta con la señora Amstel, que iba a ser la única rubia y con curvas que cataría esa noche, y que sólo sirvió para deshidratarme más. Como no quería pasarme la vida en la barra fui a la pista de baile y empecé a hacer pasos forzados, ya que mi cuerpo en esos momentos era más chicle que otra cosa. Allá había peña que conocí de la noche anterior y que no había visitado aún el Cine de las Sábanas Blancas, y una chica que me resultaba familiar y que estaba igual que la última vez que la vi. Al principio me hice un poco el longui, pero, no pasó ni un cuarto de hora y decidí saludarla,-¿Por qué no?- si una vez fuimos amigos,-¿íbamos a serlo ahora menos?-.
Me puse detrás de ella y le toqué el hombro con el dedo, se giró, me miró a la cara y tras quedarse unos segundos extrañada, me reconoció y se lanzó a darme un abrazo, el cual fue uno de los más sinceros que recibía en mucho tiempo, o en ese instante me lo pareció, quizá fuera para quedar bien o quizá fuera cosa de no verse en mucho tiempo.
Al tener sus ojos frente los míos volvieron recuerdos, todos buenos, aunque pudieron ser mejores, por ejemplo: el saber que realmente llegó a fascinarme pero no llegó a nada más, aunque bueno, para ser sinceros la verdad es qué ni lo intenté, para mí siempre fue, es y será la mujer qué no tendré.
Me dio un trago de su cubata, el cual me sentó entre dulce y amargo, y empezamos a bailar, aunque yo casi no pudiera, no iba a negárselo a la muchacha, al fin y al cabo no dejaba de ser la misma y ya no sentía lo de tiempo atrás… fue más martirio que gozo, pero el hecho de volver a encontrarme con ella hizo que se convirtiera en un poco de lo segundo.
Después de unos tres cuartos de hora que se me hicieron siglos, salí fuera a tomar aire y ver como estaba la gente loca, de todas formas, quedaba poco para el cierre y yo estaba saturado de tanta música, fuera cual fuera.
En la calle hacía un calor del copón, a pesar de ser de noche y como ya no sabía hacia dónde tirar, me junté con los míos y empecé a escuchar más que a hablar, prácticamente no podía hacer lo segundo, ya sólo pensaba en dormir y poco más, si hablaba era para seguir el hilo de la conversación y para que la persona en cuestión viera que la escuchaba.
Así que en un momento en el que intentaba no apartar la vista de los ojos al escote de una tía que acababa de conocer, la chica del baile me arrebató de la otra educadamente para ponernos al día, nos sentamos en la acera, apartados del resto y, por lo que escuche a ella todo le iba estupendamente, estaba acabando la carrera, le iba bien con el baile y respecto al amor ni siquiera pregunté, no era ni el momento ni mucho menos el lugar… en cuanto a mí poco tenía que decirle salvo que seguía casi igual que siempre, sobreviviendo en la ciudad salvaje, escribiendo cuando podía y poco más, la verdad es que no me dio mucho más tiempo.
Ya que cuando apagué el cigarro, Sara nos dijo que nos íbamos a casa, así que no tuve más alternativa que despedirme con otro abrazo igual o mejor que el anterior, dos besazos y un "cuídate", pensándolo bien, quién sabe, a lo mejor un día estamos juntos o a lo mejor mañana el cielo es de colores.
martes, 23 de septiembre de 2014
martes, 16 de septiembre de 2014
GRITO DEL ALMA
¿Eres tú, bella flor?
Soy yo, oh gran dama del jardín de las delicias que se oculta en las
lunas de júpiter entre dos orillas apartadas de los cráteres.
Soy yo, que se esconde entre las sombras de la noche y pernocta de día
al ocaso en las marismas, y eres tú grande como el sol, como una caricia
mimosa, como una sonrisa que se curva en la recta de mi rostro... y
eres tú... y soy yo.
Sí, yo, tú, sí, tú y yo,entre las ondas del sonido me pierdo y me fundo
con el aire en forma de decibelio, para transportarme en la melodía que
llegará a tu oído en forma de susurro,que será pura delicia y armonía,
como la nana que te cantaba mamá para dormir.
A mis manos llegan olvidos, y son las delicias del susurro ansiosas que
se acunan en mi ser.
Colgarme de los brazos del árbol, abrazarme de cabeza hacia abajo,
saltar y caer volando, pues tú te alzas y yo aterrizo y ni uno somos dos
nada más que uno
Aunque aterrizas, allá estará la tierra, blandita, de la cual tanto tú
como yo formamos parte, y nos absorberá, haciendo crecer algo nuevo,
poderoso y con vigor, que ni siquiera quiebren los bichos de la carcoma,
y pobre del celoso que se reconcome de aquel riendo, deseando
maldiciones... Pero a él volverán como un boomerang.
___________________________________________________________________________
N. del A. :El 50% de estos párrafos pertenece a mi queridísima amiga Nicole tan buena escritora como persona,y de las pocas que conozco que merecen ser llamadas así y sin la cual a día de hoy estaría (más) perdido,gracias por hacerme ver que esta era una buena manera de matar,o al menos,apaciguar demonios,esto va por ti y por mí,porqué es tan tuyo como mío,sangre y carne transformadas en letras.
N. del A. :El 50% de estos párrafos pertenece a mi queridísima amiga Nicole tan buena escritora como persona,y de las pocas que conozco que merecen ser llamadas así y sin la cual a día de hoy estaría (más) perdido,gracias por hacerme ver que esta era una buena manera de matar,o al menos,apaciguar demonios,esto va por ti y por mí,porqué es tan tuyo como mío,sangre y carne transformadas en letras.
sábado, 28 de junio de 2014
TERNURA Y TRISTEZA
El gato busca algo que comer entre los restos de la tierra: naranjos, piedras, y otras delicias de la naturaleza. Lleva varios días sin echarse nada a la boca, las viejas ya no echan el cuenco de pienso en la entrada de las casas, y se cansó de buscar entre la basura para sólo encontrar cosas ácidas y que le podían causar leucemia felina o esas cosas que tienen estos animalitos.
Así que activó sus patitas, y su espíritu explorador lo llevó a la montaña, la cual es un mundo nuevo para él.
Cansado de trotar por cuestecitas, piedras y ríos, su vista nublada encuentra una serpiente descomunal y preciosa, de colores vivos. Al verla, su instinto cazador se puso en On, pegó un brinco y se lanzó sobre ella para hincarle el diente. Cuál fue su sorpresa al ver que ella no trataba de atacarle ni nada: sólo miraba esperando ser engullida, a sabiendas que no era posible, y le lanzó una tierna mirada al minino, que hizo que este se quedara paralizado.
Se miraron a los ojos, y había una ternura que no se solía ver entre estas especies. Quizá fuera la falta de alimentos, o quizá la falta de compañía, pero esa noche, el minino durmió sobre ella, y ésta se sentía la más afortunada de los reptiles, dos almas en principio incompatibles, que al fin se habían encontrado.
Los animales del entorno - ya fueran jabalíes, conejos, zorros o incluso águilas - quedaban estupefactos al ver como un gato y una serpiente tenían tanta química, eran como dos enamorados que se habían estado esperando toda la maldita vida y no quisieran soltarse por siempre jamás.
Cazaban y comían juntos, andaban y se mimaban, aunque la serpiente tenía una tristeza dentro que arrastraba consigo y el gatito empezó a notar como poco a poco ella se iba alejando, aunque ella tenía en cuenta el cariño del micifuz, se negaba a quererlo del todo; tenía quimeras en la cabeza que nadie podía resolver y que guardaba para sí.
Ese amor acabó desvaneciéndose como la arena del lugar y el felino quedó solo, y la serpiente fue a buscar mundos nuevos. Decidieron que quizá era mejor así, aunque éste en el fondo ya quedó prendado por esos colores y esa mirada tan tierna que le hizo creer que aun había esperanza para él en este mundo de mierda humanizado, en el cual sabía que no duraría mucho, al menos cuerdo.
Sentado sobre sus dos patas vive ahora, con mil cosas en su pequeño coco, y con la esperanza de que vuelva a aparecer esa mirada de reptil, que a muchos asustaba, pero a él le encandiló.
Así que activó sus patitas, y su espíritu explorador lo llevó a la montaña, la cual es un mundo nuevo para él.
Cansado de trotar por cuestecitas, piedras y ríos, su vista nublada encuentra una serpiente descomunal y preciosa, de colores vivos. Al verla, su instinto cazador se puso en On, pegó un brinco y se lanzó sobre ella para hincarle el diente. Cuál fue su sorpresa al ver que ella no trataba de atacarle ni nada: sólo miraba esperando ser engullida, a sabiendas que no era posible, y le lanzó una tierna mirada al minino, que hizo que este se quedara paralizado.
Se miraron a los ojos, y había una ternura que no se solía ver entre estas especies. Quizá fuera la falta de alimentos, o quizá la falta de compañía, pero esa noche, el minino durmió sobre ella, y ésta se sentía la más afortunada de los reptiles, dos almas en principio incompatibles, que al fin se habían encontrado.
Los animales del entorno - ya fueran jabalíes, conejos, zorros o incluso águilas - quedaban estupefactos al ver como un gato y una serpiente tenían tanta química, eran como dos enamorados que se habían estado esperando toda la maldita vida y no quisieran soltarse por siempre jamás.
Cazaban y comían juntos, andaban y se mimaban, aunque la serpiente tenía una tristeza dentro que arrastraba consigo y el gatito empezó a notar como poco a poco ella se iba alejando, aunque ella tenía en cuenta el cariño del micifuz, se negaba a quererlo del todo; tenía quimeras en la cabeza que nadie podía resolver y que guardaba para sí.
Ese amor acabó desvaneciéndose como la arena del lugar y el felino quedó solo, y la serpiente fue a buscar mundos nuevos. Decidieron que quizá era mejor así, aunque éste en el fondo ya quedó prendado por esos colores y esa mirada tan tierna que le hizo creer que aun había esperanza para él en este mundo de mierda humanizado, en el cual sabía que no duraría mucho, al menos cuerdo.
Sentado sobre sus dos patas vive ahora, con mil cosas en su pequeño coco, y con la esperanza de que vuelva a aparecer esa mirada de reptil, que a muchos asustaba, pero a él le encandiló.
viernes, 13 de junio de 2014
POESÍA
La roca es dura
Le gusta la verdura
El Koala es un oso
El eucalipto es sabroso
Es simpático el delfín
Da saltos al fin
Le gusta la verdura
El Koala es un oso
El eucalipto es sabroso
Es simpático el delfín
Da saltos al fin
jueves, 5 de junio de 2014
DINERO PARA NADA
Luisito se desplaza en su silla de ruedas, ralentizado y a trompicones. De fondo se oye en la radio el "Money For Nothing" de Dire Straits, mientras poco a poco, va moviendo su mustio cuerpo accionando la palanca que tiene en el reposabrazos, con la cabeza inclinada, y la boca abierta y desdentada, la cual probablemente no se la cerrarías bien ni con puntos de sutura.
Pese a su aspecto, ¿qué tendrá en el coco ese hombre? ¿Ha pensado ya en la muerte, o no ha venido a visitarle ésta sólo por joder más al pobre hombre? ¿En qué coño pensarán sus familias para putearle de esa manera?
Lo observo en el banco de la placeta, fumando un peta, abriendo una fresca, mientras espero que se pasen los efectos de la anfeta; mi cara pálida, las ojeras de búho y la Tercera Guerra Mundial en mis tripas.
Pese a su aspecto, ¿qué tendrá en el coco ese hombre? ¿Ha pensado ya en la muerte, o no ha venido a visitarle ésta sólo por joder más al pobre hombre? ¿En qué coño pensarán sus familias para putearle de esa manera?
Lo observo en el banco de la placeta, fumando un peta, abriendo una fresca, mientras espero que se pasen los efectos de la anfeta; mi cara pálida, las ojeras de búho y la Tercera Guerra Mundial en mis tripas.
sábado, 31 de mayo de 2014
VIAJES INFINITOS
He visto y hablado con tanta peña estos días, que ya no sé ni a quién conozco. Y, de ser así, no recuerdo el nombre, ni de qué.
Me matan estos eventos, te metas donde te metas la diversión está asegurada; siempre te reconforta saber que no eres el más loco de tu alrededor, y ahora mismo acabo de meterme un cartoncito más pequeño que un sello, y mi lengua parece que esté llena de PetaZetas… aparte noto como baila en la lengua, y ésta va absorbiendo una especie de líquido, mientras razono con el tío que me lo acaba de dar.
Me explica un poco lo que empezaré a sentir y lo que no, y de paso va contándome experiencias suyas para que le vaya perdiendo el miedo.
A eso de la hora empiezo a notar fuertes calores, y le digo que necesito dar una vuelta a ver si veo a los colegas o algo. En cuanto empiezo a andar, noto escalofríos por todo el cuerpo, y como una sensación de buen rollo me invade el cuerpo, al compás de la música que iban pinchando los diferentes dj’s, y mi oído va percibiendo los sonidos psicodélicos de una música extraña pero que me atrapa.
Seis dimensiones multicolor en todo mi alrededor, y hormigas que parecen elefantes, ¿estoy demasiado flipado o es producto de mi imaginación?,
-JAJAJAJAJAJAJA-
Carcajadas que hacen que me duela la boca y se me traslade la panza a la espalda, y vuelvo al punto de partida, donde estaba esa especie de chamán que me ha hecho hablar con árboles, farolas e incluso estar charlando con el gitano que sirve cafés y vende fruta de temas trascendentales que normalmente no saldrían de mi boca ni de coña. Sin embargo, esta vez parezco bien convencido de soltar las palabras del hocico, sin medirlas ni pensar en si me van a partir la cara o no.
¡Pues no señor! He de reconocer que fue una de las mejores experiencias de mi vida. No volví a ver a nadie de los de ese festi, pero aprendí a ver formas y mundos que escapan de los límites de lo que llamamos percepción, realidad, y todo eso, tanto me gustó que seguí haciendo viajes, aunque sabiendo cuándo llegaba al final del trayecto.
Esto te comento mientras tengo en mi paladar un ajo que me acaba de dar un chalao; no sé si es por la meta que probé antes, pero me ha pegado un buen zambombazo, y me está subiendo al cerebro como una locomotora. Le pido por favor que vayamos a dar una vuelta, que me siento muy agobiado, y al salir y avanzar un poco empiezo a ver rostros conocidos que no me molan nada… como los odio… como los odio…. pero aun así, el descojone es seco y limpio, de los que se pagan...
Por suerte el paseíto no duró mucho y cogimos el metro a Valencia a disfrutar de la odisea, ya que si lo hacía en mi hábitat, probablemente hubiera sido peor.
Al llegar, lo primero que hicimos fue hablar con la peña como los locos que éramos y las ganas de interactuar que teníamos: es curioso irte de fiesta con alguien al que no conoces y pasártelo bien y que no haya follones de por medio la verdad, son ese tipo de noches que no olvidas nunca.
Llegó la mañana y ya se apoderaba de nosotros esa sensación de que nunca sabes cuándo te va a bajar, aunque por reflexionar no será, porque la lucidez en este tipo de periplos es la jefa y en menos de un día, parecía que ya nos conociéramos de años, la de cosas que puede hacer un simple cacho de cartón.
jueves, 22 de mayo de 2014
ENREVESADO
La plastilina es como el amor:algo que puedes moldear pero que se rompe con facilidad,como una curiosa mezcla de ninfomanía y anfetamina,una fórmula química que ya quisieran para sí muchas drogas,siendo esta tan puta como todas las demás e incluso más adictivia que la heroína o la nicotina,y a la que muchos persiguen como el dinero,el cual, curiosamente,te puede dar la vida o quitartela(ahí va!,como eso a lo que llaman amor); la de cosas que pueden hacer mover,joder como la masa esa de plástico,sales de calcio,y otras cosas que pone en el envoltorio;recuerdo esa niña que tan feliz hacía figuras con ella al ritmo de una cancioncilla que cantaba mientras.
A veces los billetes y los sentimientos van de la mano,como si fueran en busca de un Dios celoso,altanero y cruel que nos cohibe,prohibe,juzga y nos hace caer en el tabú,haciéndonos caer en dogmas e ideas absurdas, preconcebidas,como el cielo y el infierno;y al loro de caer en el segundo,porque te arderá el rostro mientras el demonio te percula con su rabo mastodóntico mientras escuchas Heavy Metal y por la boca sientes el pijo de Hitler rozándote la campanilla.
Bendito aquel día en que razoné con aquel hombre de medio siglo a sus espaldas que me dijo lo que realmente era el cielo:Ir de fiesta,drogarte,sentir la naturaleza,que no te falte el techo,vivir tranquilo,llevarte bien con quien pudieras,debatir,escuchar,aprender,plantear. En definitiva,lo que te hicera feliz.
En el caso del infierno habló de hambre,dolor,sufrimiento,depresión,agonia,y violencia en todas sus formas.
Habiéndome gustado tanto el discurso,en este mundo donde la gente ve más normal un puñetazo en el ojo que un abrazo,decidí darle lo segundo.
A veces los billetes y los sentimientos van de la mano,como si fueran en busca de un Dios celoso,altanero y cruel que nos cohibe,prohibe,juzga y nos hace caer en el tabú,haciéndonos caer en dogmas e ideas absurdas, preconcebidas,como el cielo y el infierno;y al loro de caer en el segundo,porque te arderá el rostro mientras el demonio te percula con su rabo mastodóntico mientras escuchas Heavy Metal y por la boca sientes el pijo de Hitler rozándote la campanilla.
Bendito aquel día en que razoné con aquel hombre de medio siglo a sus espaldas que me dijo lo que realmente era el cielo:Ir de fiesta,drogarte,sentir la naturaleza,que no te falte el techo,vivir tranquilo,llevarte bien con quien pudieras,debatir,escuchar,aprender,plantear. En definitiva,lo que te hicera feliz.
En el caso del infierno habló de hambre,dolor,sufrimiento,depresión,agonia,y violencia en todas sus formas.
Habiéndome gustado tanto el discurso,en este mundo donde la gente ve más normal un puñetazo en el ojo que un abrazo,decidí darle lo segundo.
EQUILIBRIO O COMO PODER JUNTAR EL AGUA CON ACEITE
Las tardes en ese rincón eran monótonas y carentes de sentido muchas veces,pero ellos se encontraron ;almas de la noche,aparentando bizarrismo,pero sabiendo que en el fondo eran unos románticos.
Al conocerse no intercambiaban muchas palabras ya que la timidez era algo que llevaban consigo ambos y aún así,ellos notaban como tenían puntos muy en común,como si el destino,si es que eso existía,les hubiera juntado por algún motivo.
Entre ruidos,cócteles y líneas se reforzaron;entre cuatro paredes mugrientas un pacto de sangre marcaron,pese a estar volados y no uno mejor que el otro,se escuchaban recíprocamente y paliaban su sed de bohemia contando historietas y dando consejos que probablemente no llegarían a ninguna parte o quedarían archivados para más adelante si alguno de ellos requiriera usarlos alguna vez,si a un caso.
Aunque se veían poco se lamentaban por esa maldita distancia que tanto atormenta y tanto nos jode a todos, para que engañarnos,y a veces echaban de menos cosas como abrazos,besos,porros,buenos días,buenas tardes y noches y buenas palabras a tiempo,porque buscaban en las miradas el amor que pocos podían darles y,si podían,jamás saciaban. El tiempo los convirtió en una especie de equilibrio,como si tuviera uno lo que le faltase al otro. Pero juntos eran una sola,como el bien y el mal,la oscuridad y la luz,y un largo etcétera,toda una bomba de relojería que ni ellos mismos saben bien como llevar.
Al conocerse no intercambiaban muchas palabras ya que la timidez era algo que llevaban consigo ambos y aún así,ellos notaban como tenían puntos muy en común,como si el destino,si es que eso existía,les hubiera juntado por algún motivo.
Entre ruidos,cócteles y líneas se reforzaron;entre cuatro paredes mugrientas un pacto de sangre marcaron,pese a estar volados y no uno mejor que el otro,se escuchaban recíprocamente y paliaban su sed de bohemia contando historietas y dando consejos que probablemente no llegarían a ninguna parte o quedarían archivados para más adelante si alguno de ellos requiriera usarlos alguna vez,si a un caso.
Aunque se veían poco se lamentaban por esa maldita distancia que tanto atormenta y tanto nos jode a todos, para que engañarnos,y a veces echaban de menos cosas como abrazos,besos,porros,buenos días,buenas tardes y noches y buenas palabras a tiempo,porque buscaban en las miradas el amor que pocos podían darles y,si podían,jamás saciaban. El tiempo los convirtió en una especie de equilibrio,como si tuviera uno lo que le faltase al otro. Pero juntos eran una sola,como el bien y el mal,la oscuridad y la luz,y un largo etcétera,toda una bomba de relojería que ni ellos mismos saben bien como llevar.
lunes, 19 de mayo de 2014
NANA
Ahora que llegaste todo te parecerá de rosa; tú, que ahora te pasas la vida durmiendo, comiendo y llorando… pero a medida que crezcas te darás cuenta de que el propio cáncer es la humanidad en sí, y todo lo que ha creado a su paso – guerras, contaminación, conspiranoia, exámenes, enfermedad, y toda esa mierda que verás por la tele cuando crezcas… no nos dejemos de lado la polución, y todo eso que se ve en la ciudad y que tanto jode a la gente inteligente a mi parecer.
Intentarán engañarte, chafarte, humillarte e, incluso, puede que matarte; pero tú has de permanecer siempre fuerte. No intentarlo, estarlo. Aunque no sea tan fácil, encontrarás la manera, y, aunque sepas que perteneces a la peor especie animal de todas, debes saber que no todo es mierda, dolor, estereotipos y trastornos.
Encontrarás, o eso espero, gente que te haga creer que la puta humanidad aún puede salvarse, aunque parezca que la solución no vaya a llegar en la puta vida… conocerás cosas que ampliarán tus sentidos, o te llevarán a la autodestrucción: como pueden ser el amor y las drogas.
Y podría decirte más cosas, pero me encantaría que las descubrieras por ti mismo y sepas de lo que te hablo. Ahora, lo único que puedes hacer es dormir, comer, potar, cagar, llorar y mear así que disfruta mientras puedas y cuando tengas lo que hay que tener, ¡ve a por ellos!
Intentarán engañarte, chafarte, humillarte e, incluso, puede que matarte; pero tú has de permanecer siempre fuerte. No intentarlo, estarlo. Aunque no sea tan fácil, encontrarás la manera, y, aunque sepas que perteneces a la peor especie animal de todas, debes saber que no todo es mierda, dolor, estereotipos y trastornos.
Encontrarás, o eso espero, gente que te haga creer que la puta humanidad aún puede salvarse, aunque parezca que la solución no vaya a llegar en la puta vida… conocerás cosas que ampliarán tus sentidos, o te llevarán a la autodestrucción: como pueden ser el amor y las drogas.
Y podría decirte más cosas, pero me encantaría que las descubrieras por ti mismo y sepas de lo que te hablo. Ahora, lo único que puedes hacer es dormir, comer, potar, cagar, llorar y mear así que disfruta mientras puedas y cuando tengas lo que hay que tener, ¡ve a por ellos!
jueves, 24 de abril de 2014
EL CAMINO DEL CHACAL
Mil quinientas millas sentado en un vagón y otras mil quinientas ganas de mear, así se encuentra ahora el héroe de nuestro relato: Jackalio Redneck Williams (más conocido como "Chacal").
Tirando la orina en esa mierda de meadero que no hace más que tambalearse, ni siquiera sabe cómo pilló semejante tren, que parece que en cualquier momento vaya a descarrilar… pero el tío lo suelta todo, hasta la ultimísima gota, y que a gusto se ha quedado el condenado.
Hecha la faena, sacó de la funda una guitarra acústica marrón, la cual se dispuso a tocar con ilusión, aunque sólo supiera tocar cuatro acordes a los que él denominaba "Countrybilly Blues Punk Metal”; así era su estilo.
Como iba diciendo, nuestro amiguete estaba tocando su instrumento tan felizmente a la par que canturreaba:
-ES EL CAMINO DEL CHACAL, ES EL CAMINO DEL CHACAL-
La peña quedaba estupefacta ante tal espectáculo y tal entusiasmo que le ponía el hombre, ya que si algo hacía, era vivir lo que hacía, y vaya si lo vivía. La multitud que había en el vagón, ya fuera por aburrimiento, por burla, o por seguirle la corriente al hombre, le acompañaban con palmeos y seguían ese estribillo, con el cual podías hacer mil más, pero lo tocaba de bien...
Como siempre pasa en todos los jodidos sitios, tiene que aparecer el tío listo que corta toda la puta bola a la puta vasca, y en este caso se llamaba revisor de tren.
Al divisarlo a unos cincuenta metros de donde se encontraba, paró la música y acto seguido se hizo el dormido hasta que el revisor lo meneó un poco para ver si despertaba. Jackalio, sin cortarse un pelo, le propinó un patadón con la planta del pie en la espinilla, la cual hizo añicos, seguido de un golpe con el antebrazo que le hizo caerse de bruces contra el asiento de enfrente. Entonces, rompió una cuerda de su guitarra y con fuerza la apretó contra el cuello del revisor hasta ver que le dejaba la cara blanca de la asfixia.
Naturalmente, la gente empezó a chillar como loca, seamos realistas, no son cosas que se vean todos los días, pero, al tocar un solo acorde de esa guitarra que tenía una cuerda petada, la gente volvió a canturrear:
-ES EL CAMINO DEL CHACAL,ES EL CAMINO DEL CHACAL-
El cual llegaba a su fin, ya que nuestro coleguita había llegado a su destino a hacer un concierto con su banda de un solo hombre. Supongo que todo lo bueno se acaba, pero claro, al llegar, le esperaban los compis de la luz azul: siempre hay algún chota entre la gente, así de puta es la vida. Pero con lo que estos no contaban es que el Chacal tenía una recortada oculta en el estuche de la guitarra, la cual empuñó pegó una sacudida… y a repartir tiros como si fueran magdalenas, en menos de un cuarto de hora de reloj, Jackalio se quedó más solo que el que se divorció de su mujer.
Pero el tío que era frío como el acero; ni se molesto en huir, ¿Para qué?, antes la muerte… era lo que pensaba. Así que se sentó en la entrada de la estación ante la mirada atónita del gentío y acompañado de cinco cuerdas más una estropeada volvió a cantar:
-ES EL CAMINO DEL CHACAL, ES EL CAMINO DEL CHACAL-
Hasta que llegaron más refuerzos, que esta vez no tuvieron piedad y pudieron con él.
Aún así, Jackalio partió más de una boca, una rodilla y un lomo. Era una máquina de matar, tanto cuerpo a cuerpo, como con la recortada. Tampoco os conté del cuchillo con el que pelaba las gallinas y del cual era un virtuoso, dejando litros de sangre antes de que lo metieran entre rejas.
Actualmente Jackalio está comiendo bandeja en un talego que prefiero no nombrar, entreteniendo a los presos con su música y apaleando al que le toca los cojones, pero siempre con esa alegría que le caracteriza y recordando que:
-ES EL CAMINO DEL CHACAL, ES EL CAMINO DEL CHACAL-
Tirando la orina en esa mierda de meadero que no hace más que tambalearse, ni siquiera sabe cómo pilló semejante tren, que parece que en cualquier momento vaya a descarrilar… pero el tío lo suelta todo, hasta la ultimísima gota, y que a gusto se ha quedado el condenado.
Hecha la faena, sacó de la funda una guitarra acústica marrón, la cual se dispuso a tocar con ilusión, aunque sólo supiera tocar cuatro acordes a los que él denominaba "Countrybilly Blues Punk Metal”; así era su estilo.
Como iba diciendo, nuestro amiguete estaba tocando su instrumento tan felizmente a la par que canturreaba:
-ES EL CAMINO DEL CHACAL, ES EL CAMINO DEL CHACAL-
La peña quedaba estupefacta ante tal espectáculo y tal entusiasmo que le ponía el hombre, ya que si algo hacía, era vivir lo que hacía, y vaya si lo vivía. La multitud que había en el vagón, ya fuera por aburrimiento, por burla, o por seguirle la corriente al hombre, le acompañaban con palmeos y seguían ese estribillo, con el cual podías hacer mil más, pero lo tocaba de bien...
Como siempre pasa en todos los jodidos sitios, tiene que aparecer el tío listo que corta toda la puta bola a la puta vasca, y en este caso se llamaba revisor de tren.
Al divisarlo a unos cincuenta metros de donde se encontraba, paró la música y acto seguido se hizo el dormido hasta que el revisor lo meneó un poco para ver si despertaba. Jackalio, sin cortarse un pelo, le propinó un patadón con la planta del pie en la espinilla, la cual hizo añicos, seguido de un golpe con el antebrazo que le hizo caerse de bruces contra el asiento de enfrente. Entonces, rompió una cuerda de su guitarra y con fuerza la apretó contra el cuello del revisor hasta ver que le dejaba la cara blanca de la asfixia.
Naturalmente, la gente empezó a chillar como loca, seamos realistas, no son cosas que se vean todos los días, pero, al tocar un solo acorde de esa guitarra que tenía una cuerda petada, la gente volvió a canturrear:
-ES EL CAMINO DEL CHACAL,ES EL CAMINO DEL CHACAL-
El cual llegaba a su fin, ya que nuestro coleguita había llegado a su destino a hacer un concierto con su banda de un solo hombre. Supongo que todo lo bueno se acaba, pero claro, al llegar, le esperaban los compis de la luz azul: siempre hay algún chota entre la gente, así de puta es la vida. Pero con lo que estos no contaban es que el Chacal tenía una recortada oculta en el estuche de la guitarra, la cual empuñó pegó una sacudida… y a repartir tiros como si fueran magdalenas, en menos de un cuarto de hora de reloj, Jackalio se quedó más solo que el que se divorció de su mujer.
Pero el tío que era frío como el acero; ni se molesto en huir, ¿Para qué?, antes la muerte… era lo que pensaba. Así que se sentó en la entrada de la estación ante la mirada atónita del gentío y acompañado de cinco cuerdas más una estropeada volvió a cantar:
-ES EL CAMINO DEL CHACAL, ES EL CAMINO DEL CHACAL-
Hasta que llegaron más refuerzos, que esta vez no tuvieron piedad y pudieron con él.
Aún así, Jackalio partió más de una boca, una rodilla y un lomo. Era una máquina de matar, tanto cuerpo a cuerpo, como con la recortada. Tampoco os conté del cuchillo con el que pelaba las gallinas y del cual era un virtuoso, dejando litros de sangre antes de que lo metieran entre rejas.
Actualmente Jackalio está comiendo bandeja en un talego que prefiero no nombrar, entreteniendo a los presos con su música y apaleando al que le toca los cojones, pero siempre con esa alegría que le caracteriza y recordando que:
-ES EL CAMINO DEL CHACAL, ES EL CAMINO DEL CHACAL-
domingo, 13 de abril de 2014
VACÍO (DIALÓGO MENTAL)
En la oscuridad de este cuarto empiezo a rebobinar todo lo que una vez fue mi vida, mientras los barbitúricos hacen efecto y se apoderan de mi mente, nublándola y haciéndome pensar en todo lo que me había convertido desde la infancia hasta hoy, haciendo que, inevitablemente, me cague en Dios.
Por más que lo intento, sólo vienen recuerdos negativos, de desamor, desamparo, desconsuelo... todo empieza por que estoy tan hasta los cojones de todo, que cojo mi cacho de bolsa en la que quedaba algo de perica del día anterior y la pinto con sumo cuidado, aunque con las manos temblando por efecto de las demás drogas, y siguiendo pensando, en el punto en el que llegué a odiar tanto a la humanidad y acabé por llegar al autoodio.
Una vez pintada, hago un rulo con un papel, me lo meto en el agujero derecho de la nariz, y aspiro fuerte hasta que llega al cerebro. Acto seguido, me hago un corte pequeño en el brazo, a lo ancho, con la cuchilla que había pintado la raya, la chupo, y me recorre una euforia equivalente a haber pegado diez polvos seguidos, acompañados de un empanamiento mental y un sube-baja indescriptible. Decido hacerme otro tajo más, pero a lo largo, y enciendo un cigarrillo.
¿Fue el egoísmo de la gran mayoría de gente? ¿O fue el mío propio el que me trajo aquí? Pensando estas palabras sigo mi ritual y me tajo la cara. Ahora toca un poco de morfina en vena, por eso de los dolores y tal.
La lucecita de mi cuarto no sé si es la del cielo, la del infierno, o el mismísimo sol. Una vez preparada la chuta, me doy golpes en la vena, introduzco la aguja en esta, mezclo la morfina con la sangre y otra vez hacia adentro.
Vacío, vació, desesperación, ganas de hacer algo, y de buscar cosas que tal vez ni siquiera existan, mirando el techo sin poder moverme y todo el revoltijo de drogas haciendo efecto, subiendo y bajando, y dando vueltas en una espiral… probablemente haya recorrido en todo este tiempo miles de dimensiones paralelas en busca de un refugio inexistente en el cual paliar el dolor y la tortura que nunca acaba, teniendo el cuerpo sin espacio para más cortes, ahora decido probar el fuego; hay que purificar.
Paseo el mechero por todas las partes de mi cuerpo donde están los cortes, y, a fuego lento, mientras retengo las ganas de chillar, siento la liberación de mi miserable ser mientras poco a poco voy cayendo, y veo como se va alejando la máscara miserable de la vida, y de la humanidad en su estado más puro, el odio.
Por más que lo intento, sólo vienen recuerdos negativos, de desamor, desamparo, desconsuelo... todo empieza por que estoy tan hasta los cojones de todo, que cojo mi cacho de bolsa en la que quedaba algo de perica del día anterior y la pinto con sumo cuidado, aunque con las manos temblando por efecto de las demás drogas, y siguiendo pensando, en el punto en el que llegué a odiar tanto a la humanidad y acabé por llegar al autoodio.
Una vez pintada, hago un rulo con un papel, me lo meto en el agujero derecho de la nariz, y aspiro fuerte hasta que llega al cerebro. Acto seguido, me hago un corte pequeño en el brazo, a lo ancho, con la cuchilla que había pintado la raya, la chupo, y me recorre una euforia equivalente a haber pegado diez polvos seguidos, acompañados de un empanamiento mental y un sube-baja indescriptible. Decido hacerme otro tajo más, pero a lo largo, y enciendo un cigarrillo.
¿Fue el egoísmo de la gran mayoría de gente? ¿O fue el mío propio el que me trajo aquí? Pensando estas palabras sigo mi ritual y me tajo la cara. Ahora toca un poco de morfina en vena, por eso de los dolores y tal.
La lucecita de mi cuarto no sé si es la del cielo, la del infierno, o el mismísimo sol. Una vez preparada la chuta, me doy golpes en la vena, introduzco la aguja en esta, mezclo la morfina con la sangre y otra vez hacia adentro.
Vacío, vació, desesperación, ganas de hacer algo, y de buscar cosas que tal vez ni siquiera existan, mirando el techo sin poder moverme y todo el revoltijo de drogas haciendo efecto, subiendo y bajando, y dando vueltas en una espiral… probablemente haya recorrido en todo este tiempo miles de dimensiones paralelas en busca de un refugio inexistente en el cual paliar el dolor y la tortura que nunca acaba, teniendo el cuerpo sin espacio para más cortes, ahora decido probar el fuego; hay que purificar.
Paseo el mechero por todas las partes de mi cuerpo donde están los cortes, y, a fuego lento, mientras retengo las ganas de chillar, siento la liberación de mi miserable ser mientras poco a poco voy cayendo, y veo como se va alejando la máscara miserable de la vida, y de la humanidad en su estado más puro, el odio.
EXTREMA CORDIALIDAD HOMICIDA
El verano iba haciendo las maletas, y yo estaba pasando lo que me quedaba de vacaciones en casa del viejo, y como no tenía nada más interesante que hacer ese día, decidí irme a casa de los cuñados de este, ya que tanto insistían en ello; eran tan majos y me lo pasé tan bien semanas antes con su familia allá en el moro, que pensé que no podía estar tan mal.
Al llegar, bajó un hombre de unos cuarenta palos, con la típica panza de los años, una camiseta negra desgastada de tanto lavarla, gafas de metal, y unos vaqueros, el cual me saludó educadamente y, al ver mis trazas de melenudo con camiseta, pregunto si me molaba el Heavy, el Thrash y música del palo, concluyendo con un "a mí también”.
Al oír eso mi mente se emocionó y enseguida empecé a preguntarle por bandas que me la ponían dura, y él dijo que de mi rollo sólo le molaba el Thrash y tres o cuatro grupos que escuchaste hace tiempo, y que realmente eras más de Punk.
Así que esa tarde-noche nos la pasamos hablando de Punkarreo, noches de descontrol, y de los grupos en los que estuvo tocando, entre ellos el que tenía con mi padre y en el cual cantaba y tocaba la guitarra. Asimismo, también me comentó que era escritor, y que tenía algunos libros descatalogados, que no iba a encontrar ni de coña. Al oír eso, para mí, se convirtió en una persona aún más interesante.
Ese día solo estuve un rato hablando con él, pero al siguiente desperté, y al ir a la cocina, te encontré fumando un piti. En la mesa había un libro, del cual no recuerdo el título, y fuimos a la calle a que nos diera la calina de septiembre, y al rato a comer a una cafetería de barrio. Yo seguía escuchando sus historias de sexo, droga, y mucho pero que mucho Punk, y me hacía gracia ver lo educado que era hasta para pegar un mordisco.
Era tan lúcido y estaba tan solo, que siempre que tenía la oportunidad mareaba al viejo o pillaba el bus sólo para escuchar sus historias tan sumamente interesantes, y que yo escuchaba con devoción y compensaba con lo poco que viví y que estaba viviendo… y él siempre me daba consejos los cuales nunca me tomé a mal. Intercambiábamos música y pelis, nos recomendábamos libros y parecía que nos conociéramos de toda la puta vida, parecía mi padre pero realmente me importaba una mierda, ya que estaba más que acostumbrado a ir con gente más mayor que hoy, y actualmente lo sigo haciendo, y la verdad es que no me arrepiento para nada.
La última vez que hablé con él era día de concierto, y como era en el pueblo en el que vivía, fui a hacerle la visitilla de cada "equis tiempo”, ya que en aquella época estudiaba y no tenía mucho, y me hizo un regalo que vale más que todos los metales preciosos del planeta por los que se mata la peña, y, aunque sea tan insignificante para vosotros, queridos lectores, para mí fue un regalo de la hostia, una camiseta de Marylin Manson, al cual admirábamos ambos.
Fuimos a comer, como ya habíamos hecho otras veces, y me comentó que sus enfermedades iban a peor, y aunque aún así siguiera bebiendo y fumando, nunca me atreví a juzgarlo.
Ahora que lo pienso, puede que él fuera el que me enseñó a no hacerlo con los demás.
Yo sentía como una rabia por dentro al ver como tan maravillosa, inteligente y educada persona podía estar tan jodida, aunque era obvio el porqué. Yo siempre cruzaba los huevos para que durara años, aunque sabía de sobra que eso no sería así.
Meses más tarde, me enteré de que sus enfermedades le plantaron cara y se fue, solo, sin nadie que le recordara… sólo yo, y la gente con la que estuvo hasta su marcha. Se me puso el estómago del revés y a día de hoy aún no me lo creo, pero quién sabe, probablemente me lo encuentre en el infierno y allí nos pongamos tibios a ritmo de Punk, Heavy Metal o la música que sea del puto Satanás, paliqueando con si sólo nos entendiéramos entre nosotros como los juguetes de precisión que éramos, con esa extrema cordialidad homicida que nos caracterizaba en el Paracuellos Bar, y clamando -CRENOM, CRENOM!-.
Al llegar, bajó un hombre de unos cuarenta palos, con la típica panza de los años, una camiseta negra desgastada de tanto lavarla, gafas de metal, y unos vaqueros, el cual me saludó educadamente y, al ver mis trazas de melenudo con camiseta, pregunto si me molaba el Heavy, el Thrash y música del palo, concluyendo con un "a mí también”.
Al oír eso mi mente se emocionó y enseguida empecé a preguntarle por bandas que me la ponían dura, y él dijo que de mi rollo sólo le molaba el Thrash y tres o cuatro grupos que escuchaste hace tiempo, y que realmente eras más de Punk.
Así que esa tarde-noche nos la pasamos hablando de Punkarreo, noches de descontrol, y de los grupos en los que estuvo tocando, entre ellos el que tenía con mi padre y en el cual cantaba y tocaba la guitarra. Asimismo, también me comentó que era escritor, y que tenía algunos libros descatalogados, que no iba a encontrar ni de coña. Al oír eso, para mí, se convirtió en una persona aún más interesante.
Ese día solo estuve un rato hablando con él, pero al siguiente desperté, y al ir a la cocina, te encontré fumando un piti. En la mesa había un libro, del cual no recuerdo el título, y fuimos a la calle a que nos diera la calina de septiembre, y al rato a comer a una cafetería de barrio. Yo seguía escuchando sus historias de sexo, droga, y mucho pero que mucho Punk, y me hacía gracia ver lo educado que era hasta para pegar un mordisco.
Era tan lúcido y estaba tan solo, que siempre que tenía la oportunidad mareaba al viejo o pillaba el bus sólo para escuchar sus historias tan sumamente interesantes, y que yo escuchaba con devoción y compensaba con lo poco que viví y que estaba viviendo… y él siempre me daba consejos los cuales nunca me tomé a mal. Intercambiábamos música y pelis, nos recomendábamos libros y parecía que nos conociéramos de toda la puta vida, parecía mi padre pero realmente me importaba una mierda, ya que estaba más que acostumbrado a ir con gente más mayor que hoy, y actualmente lo sigo haciendo, y la verdad es que no me arrepiento para nada.
La última vez que hablé con él era día de concierto, y como era en el pueblo en el que vivía, fui a hacerle la visitilla de cada "equis tiempo”, ya que en aquella época estudiaba y no tenía mucho, y me hizo un regalo que vale más que todos los metales preciosos del planeta por los que se mata la peña, y, aunque sea tan insignificante para vosotros, queridos lectores, para mí fue un regalo de la hostia, una camiseta de Marylin Manson, al cual admirábamos ambos.
Fuimos a comer, como ya habíamos hecho otras veces, y me comentó que sus enfermedades iban a peor, y aunque aún así siguiera bebiendo y fumando, nunca me atreví a juzgarlo.
Ahora que lo pienso, puede que él fuera el que me enseñó a no hacerlo con los demás.
Yo sentía como una rabia por dentro al ver como tan maravillosa, inteligente y educada persona podía estar tan jodida, aunque era obvio el porqué. Yo siempre cruzaba los huevos para que durara años, aunque sabía de sobra que eso no sería así.
Meses más tarde, me enteré de que sus enfermedades le plantaron cara y se fue, solo, sin nadie que le recordara… sólo yo, y la gente con la que estuvo hasta su marcha. Se me puso el estómago del revés y a día de hoy aún no me lo creo, pero quién sabe, probablemente me lo encuentre en el infierno y allí nos pongamos tibios a ritmo de Punk, Heavy Metal o la música que sea del puto Satanás, paliqueando con si sólo nos entendiéramos entre nosotros como los juguetes de precisión que éramos, con esa extrema cordialidad homicida que nos caracterizaba en el Paracuellos Bar, y clamando -CRENOM, CRENOM!-.
domingo, 23 de febrero de 2014
BLONDAS O EL CHOCOLATE DEL LORO
Consuelo era una viuda, ya anciana, que vivía sola en su
pisito, y que recibía alguna visita puntual de sus hijos.
Su vida era arreglar la casa, ver la tele todo el día, bajar
a la calle a hablar con la gente de su barrio, ver en la tele programas de
cotilleo, y hacerle blondas al loro que le regaló para las bodas de oro su
difunto marido; el cual de vez en cuando soltaba perlas como: “callaos ya”, ”borracho”,
y otras soeces que iba oyendo de los visitantes de su ama, la cual siempre le
ponía esos vestiditos ridículos que el odiaba a morir, y le alimentaba con
chocolate, que le duraba la eternidad.
Un buen día, el animalito pensó que ya era hora de espabilar
y hacer algo para cambiar ese modo de vida que tantos años llevaba soportando,
e ideo un plan para escapar de esa horrible tortura rutinaria: sólo era
cuestión de tiempo.
Cosas del destino,
hoy tocaba darle de comer al lorito, y cambiarle la blonda que la viejecita tejió
con todo su amor y esfuerzo, además de ponerle su ración de chocolate. En
cuanto su amita abrió para ponerle el trapo y el rancho, el pájaro le metió tal
mordisco que a la mujer de la rabia cerró la jaula de golpe, cogió una vara y
le sacudió hasta que vio que no daba señales de vida. Acto seguido, lo saco de
la jaula y le atestó golpes entre gruñidos ahogados y sonidos de
articulaciones, huesos y cartílagos rotos, hasta dejarlo hecho un colador.
Luego lo despellejó, separó la casquería y horneó la carne
con una salsa de chocolate (del que lo alimentaba) con un toque de pimienta.
Hoy toca loro al cacao con un toque picante.
miércoles, 29 de enero de 2014
Manifiesto del Apocalipsis
¡¡¡¡¡El cielo se nos cae encima!!!!!
¿Qué coño está pasando? Todo es de color irreal,se abre una grieta en la tierra y en el aire, para abrir paso a los ángeles y demonios... allá estarán Baphomet, Samael, Azazel, Lucifer y compañía, luchando contra las tropas del cielo.
Piedras de fuego caen, maremotos a tutiplen, sangre, mutilaciones, vísceras, dolor... la naturaleza humana en su estado más oscuro y salvaje; hecho carne.
El caos como única forma de gobierno: todos deben luchar a un lado y creo que es obvio por cuál me decanto...
PARA QUE MIS NOCHES EN VELA NO SEAN EN VANO
El sol de primavera calentaba mi cuerpo y mente, como si
fueran un sándwich mixto. Y ahí estaba yo: descamisado, con la cara roja y
pelada – el pecho aún peor –, un sombrero de paja para el sol (que poco papel hacía),
un canuto en la mano izquierda, y a José Cuervo en la derecha.
Y arriba del escenario: tú. Tan coqueta, con esa cara de no
haber roto un plato en la vida, y esos ojos negros… como las noches en las que
solemos perdernos y encontrarnos todas las almas bohemias y solitarias, en
busca de algo que cambie nuestras vidas; esas manos que recorrían el mástil de
la guitarra, y que parecía que en cualquier momento fueras a petar las cuerdas (o
comenzaran a sangrarte las yemas de los dedos de tanto machacarlos)… y tanta
técnica por medio… La verdad es que se te daba bien: parecía que hubieras
nacido con una bajo el brazo, y que tu vida entera sólo valiera para eso; tú
haciendo ruido para la peña, y yo en primera fila, debajo de ti, escuchando las
melodías que sobradamente tocabas, más
puesto que el sol a medianoche.
Esperé a que se acabara el concierto, y te busqué entre
bastidores. Ese año tuve la suerte de currar montando y desmontando los
escenarios de ese festival y llevaba un pase, así que no tuve ningún problema
para encontrarte.
Me presenté, nos dimos dos besos, te presenté a José Cuervo
(del cual quedaba un cuarto que estaba a punto de morir en mi garganta quemada
y deshidratada). Acto seguido te di el peta y empecé a hablar de lo que me
había molado tu grupo, y sobretodo de lo bien que tocabas; que yo también era
músico, y me interesaba hacer un proyecto contigo; que si querías me podías dar
tu Messenger para ir hablándolo… No me costó nada sacártelo, lo apunté en mi
móvil y me fui al camping a comer, no sin antes quedar contigo para después de
llenar el buche.
Eran como las cuatro de la tarde, y el sol era igual o más
criminal que el de la mañana. Te estaba esperando en un puesto de comida que
había por fuera del festival, y te vi aparecer de lejos… y mi cara se iluminó
como al niño al que le hacen regalos en navidad, en su cumple o en lo que sea.
De los tres grupos que tocaban a esa hora, fuimos a ver
ese de Stoner que tanto te molaba y con
el cual bailabas como una descosida al compás. Yo también lo hacía, ya fuera
porque me molaran, porqué me molaras tú, o por no aburrirme, la verdad es que
el simple hecho de estar bailando con una virtuosa de las seis cuerdas tan
guapa ya era suficiente motivo para quemar zapatillas.
Llegaron las ocho de la noche y el festival cerraba sus
puertas un año más. Tras 3 días de clásicos del Rock & Roll y nuevas tendencias,
aún no me habías dicho ni tu nombre ni tu número, el cual te saqué con
picardía, mientras tú reías diciéndome un número que parecía falso…
Como no teníamos ganas de ir a casa, aunque estuviéramos
reventados, dijimos a nuestros colegas que se subieran en el bus, que ya nos
buscaríamos la vida.
En fin, cogimos nuestras maletas y nos fuimos a cenar a un
bar (no muy caro obviamente), ya que no nos quedaba mucha pasta, y pedimos dos
platos de puchero. Después de tres días a base de sándwiches, enlatados, fiambre
y otras porquerías la verdad es que reconforta. Íbamos contándonos batallitas
de nuestra vida mezcladas con chorradas que yo iba metiendo y con las cuales tú
no cesabas de reír, e incluso a veces casi hice que te salieran perdigones de
la boca. Flipaba con la facilidad con la que reías y sobre todo con tu
inocencia.
Salimos de aquel bar a eso de las diez menos cuarto, después
de mi respectivo carajillo con whisky y tu café con leche, y fuimos a la
estación a ver si quedaba algún tren, y allá nos quedamos con un canto en los
dientes sin saber hacia dónde tirar, y lejos de casa.
Para matar el tiempo mientras se hacía de día, fuimos a los
locales de alrededor de la estación, cada cual peor que el anterior, hasta que
nos entró la modorra y fuimos a sobar a un banco, no sin antes poner el
despertador del móvil para largarnos cuanto antes.
Nos metimos en los sacos y dormimos abrazados para pasar
menos frío, y yo con el tilín en el coco, en la barriga y, para que engañarte,
en el falo.
El sol ya empezaba a dejarse ver, y entró por mis ojos,
fulminante, haciendo que los abriera, y entonces te desperté.
Ya que era hora de volver a casa, y ya habíamos hecho
bastante el canelo como para seguir en las mismas, salimos de allá y compramos
dos billetes a Valencia.
Esperamos como una hora, entramos, y nada más sentarnos,
volviste a caer en los brazos de Morfeo, y yo encandilado observando todo lo
que tú significas y sin parar de pensar en ti.
Llegamos a la Estación del Norte de Valencia a la hora y
media, y allá separamos nuestros destinos,
no sin antes darnos dos besos, un abrazo y agradecernos el hecho de habernos
conocido.
La semana que siguió no tuvo nada en especial, hincar codos,
salir a ratos con los compis, volver a hincar los codos, visitar alguna vez el
locutorio, seguir con la retahíla de los codos, y poco más. El domingo, que la
verdad es que fue bastante tranquilo (teniendo en cuenta que no salí ni el
viernes ni el sábado por recuperarme del festi), sonó mi teléfono y salió tu
nombre en la pantalla. Por una parte me emocioné, y por otra me extrañé, ya que
suelo ser yo el que llama a las damas.
Te hice sufrir un poco y te lo cogí al sexto o séptimo tono,
y al principio haciéndome un poco el tonto… como que no te recordaba y tal: ya
sabes, lo típico. La cuestión es que con la tontería acabamos hablando cuatro
horas, hasta que decidiste irte a dormir y colgar definitivamente, no sin antes
quedar para llamarnos mañana.
Al final, me dolía la muñeca
de tenerla pegada a la oreja, pero yo, yo sólo quería oír aquella voz de
niña que te hacía tan especial, así me entrara tendinitis.
Llegó el miércoles y
saliendo de la clase de solfeo se encendió tu nombre en la pantalla del móvil: lo
cogí, y después de tres días de paliqueo extremo vía telefónica dijiste de
quedar para ir a ver a Dikers. Por dentro de mi estómago rugía un combate de
gladiadores – con sus leones y todo. Ni te imaginas, imaginaste, ni imaginarás
todo lo que en ese momento por mi cuerpo y mente pasó; pero dejando a un lado
esa sensación, empezaste a hacerme
preguntas guarras, empezando por si era virgen.
Yo te pregunté cuál era ese interés, y tú te hiciste la tonta
(que, la verdad es que se te daba muy bien), y dijiste que era pura curiosidad,
nada más. Y de ahí empezamos a contar nuestras mejores y peores experiencias, y
un largo etcétera… hasta que llegó la hora de colgarnos, y yo quedé tumbado en
la cama, pensando en ti (y en lo que haríamos), hasta que el sueño me visitó,
que, por cierto, lo hizo bien tarde.
Tras un jueves, de los que siempre se me hacían eternos
cuando estudiaba (ya que todos los años coincidía en que me tocaban las peores
asignaturas y salía más tarde, independientemente del curso), te llamé y me
dijiste que tu compañera de piso no volvería hasta el domingo, o sea, que
teníamos vía libre para después del concierto. Hice lo que tuve que hacer, y
cuando llegó la hora, cogí el bus para la capi.
Eran las 11 de la noche, y allá volvías a estar tú, en la
parada, con una sonrisa de oreja a oreja, y bajé como un cohete a darte el beso
y el abrazo que tanto anhelaba… y de la mano fuimos a ver a esa sala de la que
no recuerdo el nombre, a ver a Dikers que, aunque en aquel tiempo no es que me
mataran mucho en realidad (he de reconocer que fui sólo por ti… años después
les empecé a coger el gustillo; ya sabes: cosas de hacerse mayor, vas adoptando
cosas nuevas, aunque sigas en el mismo rollo, como es mi caso).
Pasamos el concierto entre brincos, pogos, y achuchones, y
entonces, en un descuido, me cogiste de la mano, me apartaste del gentío, y me
diste un señor beso en la boca en toda regla, como hasta aquel entonces no lo
había hecho nadie, así qué te seguí el rollo… e intercambiamos saliva hasta que
se acabó el concierto. Aunque para lo que quedaba, lo aprovechamos bien.
Me lie un petardo de hacho mientras íbamos tirando de
chupitos de nuestro adorado José Cuervo (que hizo que nos conociéramos), y al igual
que con los chupitos, a cada calo nos comíamos los labios. Era como un recelo
indescriptible entre los dos, algo que no me había pasado nunca, y en esos
momentos disfrutaba como un campeón; había conquistado a la musa de las seis
cuerdas que tanto me sorprendió el finde anterior.
Hartos de escuchar música en la sala salimos a la calle, y
claro, las cuatro de la mañana es la hora en la que te vas para el keli, o
buscas hacer algo que valga la pena para estar así hasta el día siguiente o más.
Nosotros decidimos irnos a tu casa, ya que estábamos hechos polvo y queríamos
un poco de relax.
Abriste la puerta y fuimos derechitos al sofá. Encendiste la
tele y fuiste haciendo zapping entre movidas rancias de porno barato, videntes,
concursos de pacotilla, videoclips y otras pajas audiovisuales. Empecé a
acariciarte la mano para ir progresando poco a poco por todo el cuerpo, e ir
quitándote la ropa al mismo tiempo. Estabas chorreando de sudor, pero a fin de
cuentas, ¿qué importaba?, me encantaba cada parte de tu cuerpo, estuvieras
limpia o sucia.
Empecé a percutir tu bajo vientre por dentro, ya que no me
dejaste pasar la lengua por ahí, y cuando te corriste y empapaste todo el sofá,
lloraste. No sé si del placer, de dolor, o de qué demonios, así que te seguí
besando, y cuando me cansé, empezaste a lamerme el glande como una descosida,
era algo así como un trueque, y como me encantaban(y me encantan) los de ese
tipo.
Cuando acabaste, miré en tu colección de vinilos, y puse el
de Black Metal de Venom. En cuanto empezó la primera canción, que se llama
igual que el álbum, arrancaste a saltar encima
de mí; mi falo rozaba tu vulva húmeda, y yo disfrutaba de ti a la vez
que de la música tan blasfema y guarruza… como el acto del coito en sí.
Culminé el acto en tus pechos, y luego volví a besarte en
los labios. Era un vicio increíble el que tenía con ellos. Lie una ele y me la
fumé a cara perro mientras hablábamos de temas que ni siquiera recuerdo.
Terminé el porro y decidimos darnos una buena ducha, ya que
la necesitábamos desde que salimos del concierto, y tú enjabonabas mi melena
que tanto decías que te gustaba y me quedaba bien. Te dije que a mí me gustabas
tú entera, y mucho, de la cabeza a los pies y desde que te vi, a lo que tú respondiste
que eso lo sabías de sobra, que tu instinto femenino te lo decía. La verdad es
que sabías hasta hablar.
Amaneció, y yo seguía haciéndome el dormido, con la excusa de seguir oyendo como
salía mi nombre de tu boca… hasta que me meneaste y empezamos a jugar en la
cama como niños, no sé cómo no la echamos abajo.
Cuando nos cansamos de hacer el capullo, hicimos la cama y
nos fuimos al bar a desayunar, porque ninguno estaba por la labor de preparar
nada. Allá pedimos dos cafés con leche y dos cruasanes, y me dijiste que nos fuéramos
a pasar el día a la ciudad, que era un día demasiado bueno como para morirse de
asco.
El tren paró en la estación, y dimos varias vueltas por las
tiendas de ésta, hasta que yo me cansé y entré en un fotomatón. Al verme
hacerlo, seguiste la corriente y te sentaste en mis rodillas. Escogimos las
opciones que nos presentaba, e hicimos el collage, fotomontaje, o como se llame
lo que hacen los cacharros esos. Entonces, al acabar e imprimirse la foto,
consumido por el morbo, te metí la mano en el pantalón y empezamos a sobarnos
como locos, acto que culminó en el baño, ya que ahí era un cantazo espectacular
y daba bastante palo (aunque no menos lo hacía en un servicio público
pensándolo bien), y después del polvazo matutino nos fuimos al Jardín del Turia.
Mientras veíamos pasar la gente correr, ir en bici, o hacer
la ruta del colesterol, nosotros estábamos tumbados, apoyados el uno sobre el
otro, y hablando de futuro, música, amor y esas cosas de las que suele hablar
todo el mundo (y otras que no tanto) .Alquilamos dos bicis para recorrer el jardín, y cuando llegó la hora de comer,
las devolvimos y fuimos a un bar a comer paella, de la cual nos
intercambiábamos cucharadas sólo por tontear.
Pasado el rato y hecha la digestión, nos fuimos a la
Malvarrosa a ponernos perdidos de tierra y bañarnos como nuestras respectivas
madres nos trajeron al mundo. Fue llegar y empezar a quitarnos la ropa como
descosidos. La poca gente que había en la playa flipaba, y no sé ni cómo no
apareció la policía, ni porqué la peña no los llamó.
Cuando no teníamos ni los calcetines fuimos corriendo hacia
el agua sintiendo como nos barrían las olas a cada paso que dábamos.
Dentro, y un poco alejados de la orilla, volvió a
presentarse el morbo y lo hicimos como pudimos dentro del agua. Aunque fue
mucho más light que los dos primeros, me gustó, como el simple hecho de estar
allí contigo.
Al llegar la noche, nos vestimos y pillamos el metro hasta
la Estación del Norte, entramos en una bocatería cualquiera a cenar, y a culminar pidiendo un vino tinto y brindar
por nosotros antes de que cada uno hiciera marcha.
Hicimos el poco tiempo que nos quedaba diciéndonos chorradas
a cada cual mayor, y antes de coger el tren, me diste un beso tan grande que
parecía que no nos íbamos a volver en la vida.
Y así fue. Desde entonces no te he vuelto a ver. No volviste
a llamar. Ni siquiera me dejaste un mensaje, o alguna explicación. Intentaba
ponerme en contacto contigo, y tu teléfono ni siquiera daba tono… tres cuartos
de lo mismo por la red, incluso recordé tu dirección y me presenté allá, pero
tu compañera de piso dijo que ya no estabas allá, que te habían dado una beca
para Brasil, Argentina o no sé cuál país sudamericano, y que a saber cuándo
volverías.
Bueno, pues resulta que después de unos años de mala vida,
vueltas de tuerca inesperadas y otras mujeres (aunque no muchas más),
estás aquí, en Belo Horizonte, donde te
encontré gracias a tu compañera, a la cual tuve la suerte de ver en el mismo
festival en el que nos conocimos, y pregunte por ti… ya que por mucho que
corriera el tiempo no te olvidaba, y me dio tu dirección en Brasil, seguida de
mi agradecimiento, ya que pasaba de teléfonos, redes sociales y otras hierbas.
Y aquí estoy ante tu puerta, acabando esto, que espero que
te guste tanto como me gustaste tú en su momento y, que todo vuelva a ser como
esos días en los que nos gustaba tanto vivir, y me recibas con tus brazos y tu
sonrisa de niña.
No sé si será de tu agrado.
Sólo quiero que mis noches en vela no sean en vano.
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