sábado, 31 de mayo de 2014

VIAJES INFINITOS


He visto y hablado con tanta peña estos días, que ya no sé ni a quién conozco. Y, de ser así, no recuerdo el nombre, ni de qué.
Me matan estos eventos, te metas donde te metas la diversión está asegurada; siempre te reconforta saber que no eres el más loco de tu alrededor, y ahora mismo acabo de meterme un cartoncito más pequeño que un sello, y mi lengua parece que esté llena de PetaZetas… aparte noto como baila en la lengua, y ésta va absorbiendo una especie de líquido, mientras razono con el tío que me lo acaba de dar.
Me explica un poco lo que empezaré a sentir y lo que no, y de paso va contándome experiencias suyas para que le vaya perdiendo el miedo.
A eso de la hora empiezo a notar fuertes calores, y le digo que necesito dar una vuelta a ver si veo a los colegas o algo. En cuanto empiezo a andar, noto escalofríos por todo el cuerpo, y como una sensación de buen rollo me invade el cuerpo, al compás de la música que iban pinchando los  diferentes dj’s, y mi oído va percibiendo los sonidos psicodélicos de una música extraña pero que me atrapa.
Seis dimensiones multicolor en todo mi alrededor, y hormigas que parecen elefantes, ¿estoy demasiado flipado o es producto de mi imaginación?,
-JAJAJAJAJAJAJA-
Carcajadas que hacen que me duela la boca y se me traslade la panza a la espalda, y vuelvo al punto de partida, donde estaba esa especie de chamán que me ha hecho hablar con árboles, farolas e incluso estar charlando con el gitano que sirve cafés y vende fruta de temas trascendentales que normalmente no saldrían de mi boca ni de coña. Sin embargo, esta vez parezco bien convencido de soltar las palabras del hocico, sin medirlas ni pensar en si me van a partir la cara o no.
¡Pues no señor! He de reconocer que fue una de las mejores experiencias de mi vida. No volví a ver a nadie de los de ese festi, pero aprendí a ver formas y mundos que escapan de los límites de lo que llamamos percepción, realidad, y todo eso, tanto me gustó que seguí haciendo viajes, aunque sabiendo cuándo llegaba al final del trayecto.
Esto te comento mientras tengo en mi paladar un ajo que me acaba de dar un chalao; no sé si es por la meta que probé antes, pero me ha pegado un buen zambombazo, y me está subiendo al cerebro como una locomotora. Le pido por favor que vayamos a dar una vuelta, que me siento muy agobiado, y al salir y avanzar un poco empiezo a ver rostros conocidos que no me molan nada… como los odio… como los odio…. pero aun así, el descojone es seco y limpio, de los que se pagan...
Por suerte el paseíto no duró mucho y cogimos el metro a Valencia a disfrutar de la odisea, ya que si lo hacía en mi hábitat, probablemente hubiera sido peor.
Al llegar, lo primero que hicimos fue hablar con la peña como los locos que éramos y las ganas de interactuar que teníamos: es curioso irte de fiesta con alguien al que no conoces  y pasártelo bien y que no haya follones de por medio la verdad, son ese tipo de noches que no olvidas nunca.
Llegó la mañana y ya se apoderaba de nosotros esa sensación de que nunca sabes cuándo te va a bajar, aunque por reflexionar no será, porque la lucidez en este tipo de periplos es la jefa y en menos de un día, parecía que ya nos conociéramos de años, la de cosas que puede hacer un simple cacho de cartón.

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