jueves, 24 de abril de 2014

EL CAMINO DEL CHACAL

Mil quinientas millas sentado en un vagón y otras mil quinientas ganas de mear, así se encuentra ahora el héroe de nuestro relato: Jackalio Redneck Williams (más conocido como "Chacal").
Tirando la orina en esa mierda de meadero que no hace más que tambalearse, ni siquiera sabe cómo pilló semejante tren, que parece que en cualquier momento vaya a descarrilar… pero el tío lo suelta todo, hasta la ultimísima gota, y que a gusto se ha quedado el condenado.
Hecha la faena, sacó de la funda una guitarra acústica marrón, la cual se dispuso a tocar con ilusión, aunque sólo supiera tocar cuatro acordes a los que él denominaba "Countrybilly Blues Punk Metal”; así era su estilo.
Como iba diciendo, nuestro amiguete estaba tocando su instrumento tan felizmente a la par que canturreaba:
-ES EL CAMINO DEL CHACAL, ES EL CAMINO DEL CHACAL-
La peña quedaba estupefacta ante tal espectáculo y tal entusiasmo que le ponía el hombre, ya que si algo hacía, era vivir lo que hacía, y vaya si lo vivía. La multitud que había en el vagón, ya fuera por aburrimiento, por burla, o por seguirle la corriente al hombre, le acompañaban con palmeos y seguían ese estribillo, con el cual podías hacer mil más, pero lo tocaba de bien...
Como siempre pasa en todos los jodidos sitios, tiene que aparecer el tío listo que corta toda la puta bola a la puta vasca, y en este caso se llamaba revisor de tren.
Al divisarlo a unos cincuenta metros de donde se encontraba, paró la música y acto seguido se hizo el dormido hasta que el revisor lo meneó un poco para ver si despertaba. Jackalio, sin cortarse un pelo, le propinó un patadón con la planta del pie en la espinilla, la cual hizo añicos, seguido de un golpe con el antebrazo que le hizo caerse de bruces contra el asiento de enfrente. Entonces, rompió una cuerda de su guitarra y con fuerza la apretó contra el cuello del revisor hasta ver que le dejaba la cara blanca de la asfixia.
Naturalmente, la gente empezó a chillar como loca, seamos realistas, no son cosas que se vean todos los días, pero, al tocar un solo acorde de esa guitarra que tenía una cuerda petada, la gente volvió a canturrear:
-ES EL CAMINO DEL CHACAL,ES EL CAMINO DEL CHACAL-
El cual llegaba a su fin, ya que nuestro coleguita había llegado a su destino a hacer un concierto con su banda de un solo hombre. Supongo que todo lo bueno se acaba, pero claro, al llegar, le esperaban los compis de la luz azul: siempre hay algún chota entre la gente, así de puta es la vida. Pero con lo que estos no contaban es que el Chacal tenía una recortada oculta en el estuche de la guitarra, la cual empuñó pegó una sacudida… y a repartir tiros como si fueran magdalenas, en menos de un cuarto de hora de reloj, Jackalio se quedó más solo que el que se divorció de su mujer.
Pero el tío que era frío como el acero; ni se molesto en huir, ¿Para qué?, antes la muerte… era lo que pensaba. Así que se sentó en la entrada de la estación ante la mirada atónita del gentío y acompañado de cinco cuerdas más una estropeada volvió a cantar:
-ES EL CAMINO DEL CHACAL, ES EL CAMINO DEL CHACAL-
Hasta que llegaron más refuerzos, que esta vez no tuvieron piedad y pudieron con él.
Aún así, Jackalio partió más de una boca, una rodilla y un lomo. Era una máquina de matar, tanto cuerpo a cuerpo, como con la recortada. Tampoco os conté del cuchillo con el que pelaba las gallinas y del cual era un virtuoso, dejando litros de sangre antes de que lo metieran entre rejas.
Actualmente Jackalio está comiendo bandeja en un talego que prefiero no nombrar, entreteniendo a los presos con su música y apaleando al que le toca los cojones, pero siempre con esa alegría que le caracteriza y recordando que:
-ES EL CAMINO DEL CHACAL, ES EL CAMINO DEL CHACAL-

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