jueves, 25 de septiembre de 2014

A LO MEJOR MAÑANA EL CIELO ES DE COLORES


Y mi boca se hizo pastera, y a esta, le siguió la garganta, he perdido la cuenta de las líneas que me hice para llegar hasta aquí, le doy un sorbo a la botella de agua, aunque de poco me sirve, y vuelvo al lavabo para vaciar la vejiga, mis riñones, aunque resentidos, me lo agradecen.
Vuelvo a tumbarme en la cama a intentar relajarme, a sabiendas que no lo voy a hacer ni de coña, nos hemos hecho tal maratón de rayas que podríamos hacer una pista de atletismo, aunque no podríamos practicarlo debido a la tensión muscular y al dolor de pecho, cositas de la ciudad salvaje y sus tentáculos supongo.
Hartos y cansados de escuchar canciones que iban desde los discos viejos de la Central hasta el Chiquetete, pasando por Destruction, Mastodon o Misfits, Pedro decide marcharse, han sido un viernes y un sábado a toda tralla, saliva y zapateo en la disco, aparte era el más mayor de los que estábamos allí y vio mejor pirarse, se despidió de mí, y nos dimos un abrazo como si no volviéramos a vernos en años, culminando con un beso en la mejilla de mi parte, supongo que la anfeta me vuelve más tierno.
Como pasábamos de vernos los jetos sin mediar palabra, fuimos a un garito cercano al barrio, a uno de esos locales donde ponen Música Negra.
Aunque no me apetecía llenar mi gaznate de alcohol, pedimos sendos tercios Sara y yo, que era la chica que nos había acompañado en este viaje de Techno, After Hours, y colocón musical (y no tan),que ahora rechazaba los brazos de Morfeo y seguía la senda de rizar el rizo, igual que Eloy, aunque este se quedó fuera apoyado en un coche charrando con gente que había por ahí.
Mojaba mi garganta con la señora Amstel, que iba a ser la única rubia y con curvas que cataría esa noche, y que sólo sirvió para deshidratarme más. Como no quería pasarme la vida en la barra fui a la pista de baile y empecé a hacer pasos forzados, ya que mi cuerpo en esos momentos era más chicle que otra cosa. Allá había peña que conocí de la noche anterior y que no había visitado aún el Cine de las Sábanas Blancas, y una chica que me resultaba familiar y que estaba igual que la última vez que la vi. Al principio me hice un poco el longui, pero, no pasó ni un cuarto de hora y decidí saludarla,-¿Por qué no?- si una vez fuimos amigos,-¿íbamos a serlo ahora menos?-.
Me puse detrás de ella y le toqué el hombro con el dedo, se giró, me miró a la cara y tras quedarse unos segundos extrañada, me reconoció y se lanzó a darme un abrazo, el cual fue uno de los más sinceros que recibía en mucho tiempo, o en ese instante me lo pareció, quizá fuera para quedar bien o quizá fuera cosa de no verse en mucho tiempo.
Al tener sus ojos frente los míos volvieron recuerdos, todos buenos, aunque pudieron ser mejores, por ejemplo: el saber que realmente llegó a fascinarme pero no llegó a nada más, aunque bueno, para ser sinceros la verdad es qué ni lo intenté, para mí siempre fue, es y será la mujer qué no tendré.
Me dio un trago de su cubata, el cual me sentó entre dulce y amargo, y empezamos a bailar, aunque yo casi no pudiera, no iba a negárselo a la muchacha, al fin y al cabo no dejaba de ser la misma y ya no sentía lo de tiempo atrás… fue más martirio que gozo, pero el hecho de volver a encontrarme con ella hizo que se convirtiera en un poco de lo segundo.
Después de unos tres cuartos de hora que se me hicieron siglos, salí fuera a tomar aire y ver como estaba la gente loca, de todas formas, quedaba poco para el cierre y yo estaba saturado de tanta música, fuera cual fuera.
En la calle hacía un calor del copón, a pesar de ser de noche y como ya no sabía hacia dónde tirar, me junté con los míos y empecé a escuchar más que a hablar, prácticamente no podía hacer lo segundo, ya sólo pensaba en dormir y poco más, si hablaba era para seguir el hilo de la conversación y para que la persona en cuestión viera que la escuchaba.
Así que en un momento en el que intentaba no apartar la vista de los ojos al escote de una tía que acababa de conocer, la chica del baile me arrebató de la otra educadamente para ponernos al día, nos sentamos en la acera, apartados del resto y, por lo que escuche a ella todo le iba estupendamente, estaba acabando la carrera, le iba bien con el baile y respecto al amor ni siquiera pregunté, no era ni el momento ni mucho menos  el lugar… en cuanto a mí poco tenía que decirle salvo que seguía casi igual que siempre, sobreviviendo en la ciudad salvaje, escribiendo cuando podía y poco más, la verdad es que no me dio mucho más tiempo.
Ya que cuando apagué el cigarro, Sara nos dijo que nos íbamos a casa, así que no tuve más alternativa que despedirme con otro abrazo igual o mejor que el anterior, dos besazos y un "cuídate", pensándolo bien, quién sabe, a lo mejor un día estamos juntos o a lo mejor mañana el cielo es de colores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario