domingo, 13 de abril de 2014

EXTREMA CORDIALIDAD HOMICIDA

El verano iba haciendo las maletas, y yo estaba pasando lo que me quedaba de vacaciones en casa del viejo, y como no tenía nada más interesante que hacer ese día, decidí irme a casa de los cuñados de este, ya que tanto insistían en ello; eran tan majos y me lo pasé tan bien semanas antes con su familia allá en el moro, que pensé que no podía estar tan mal.
Al llegar, bajó un hombre de unos cuarenta palos, con la típica panza de los años, una camiseta negra desgastada de tanto lavarla, gafas de metal, y unos vaqueros, el cual me saludó educadamente y, al ver mis trazas de melenudo con camiseta, pregunto si me molaba el Heavy, el Thrash y música del palo, concluyendo con un "a mí también”.
Al oír eso mi mente se emocionó y enseguida empecé a preguntarle por bandas que me la ponían dura, y él dijo que de mi rollo sólo le molaba el Thrash y tres o cuatro grupos que escuchaste hace tiempo, y que realmente eras más de Punk.
Así que esa tarde-noche nos la pasamos hablando de Punkarreo, noches de descontrol, y de los grupos en los que estuvo tocando, entre ellos el que tenía con mi padre y en el cual cantaba y tocaba la guitarra. Asimismo, también me comentó que era escritor, y que tenía algunos libros descatalogados, que no iba a encontrar ni de coña. Al oír eso, para mí, se convirtió en una persona aún más interesante.
Ese día solo estuve un rato hablando con él, pero al siguiente desperté, y al ir a la cocina, te encontré fumando un piti. En la mesa había un libro, del cual no recuerdo el título, y fuimos a la calle a que nos diera la calina de septiembre, y al rato a comer a una cafetería de barrio. Yo seguía escuchando sus historias de sexo, droga, y mucho pero que mucho Punk, y me hacía gracia ver lo educado que era hasta para pegar un mordisco.
Era tan lúcido y estaba tan solo, que siempre que tenía la oportunidad mareaba al viejo o pillaba el bus sólo para escuchar sus historias tan sumamente interesantes, y que yo escuchaba con devoción y compensaba con lo poco que viví y que estaba viviendo… y él siempre me daba consejos los cuales nunca me tomé a mal. Intercambiábamos música y pelis, nos recomendábamos libros y parecía que nos conociéramos de toda la puta vida, parecía mi padre pero realmente me importaba una mierda, ya que estaba más que acostumbrado a ir con gente más mayor que hoy, y actualmente lo sigo haciendo, y la verdad es que no me arrepiento para nada.
La última vez que hablé con él era día de concierto, y como era en el pueblo en el que vivía, fui a hacerle la visitilla de cada "equis tiempo”, ya que en aquella época estudiaba y no tenía mucho, y me hizo un regalo que vale más que todos los metales preciosos del planeta por los que se mata la peña, y, aunque sea tan insignificante para vosotros, queridos lectores, para mí fue un regalo de la hostia, una camiseta de Marylin Manson, al cual admirábamos ambos.
Fuimos a comer, como ya habíamos hecho otras veces, y me comentó que sus enfermedades iban a peor, y aunque aún así siguiera bebiendo y fumando, nunca me atreví a juzgarlo.
Ahora que lo pienso, puede que él fuera el que me enseñó a no hacerlo con los demás.
Yo sentía como una rabia por dentro al ver como tan maravillosa, inteligente y educada persona podía estar tan jodida, aunque era obvio el porqué. Yo siempre cruzaba los huevos para que durara años, aunque sabía de sobra que eso no sería así.
Meses más tarde, me enteré de que sus enfermedades le plantaron cara y se fue, solo, sin nadie que le recordara… sólo yo, y la gente con la que estuvo hasta su marcha. Se me puso el estómago del revés y a día de hoy aún no me lo creo, pero quién sabe, probablemente me lo encuentre en el infierno y allí nos pongamos tibios a ritmo de Punk, Heavy Metal o la música que sea del puto Satanás, paliqueando con si sólo nos entendiéramos entre nosotros como los juguetes de precisión que éramos, con esa extrema cordialidad homicida que nos caracterizaba en el Paracuellos Bar, y clamando -CRENOM, CRENOM!-.

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