jueves, 28 de febrero de 2013

Shuma

Le pegué una chamada al cañón, y retuve el humo en mis pulmones, para acto seguido dejar que pasará por la garganta y soltar el humo por la boca, lentamente… poesía hecha THC; y en mis dedos el mejor costo que he probado en mi puta vida.
Era la primera vez que bajaba a Marruecos. Llevaba un par de días, y estaba ansioso por probar el original marroquí, como todo buen fumeta que se precie.
Así que, hablando con otros colegas de colegas que tenía por la zona, conseguimos algo para fumar.
Fuimos a la casa del tío que llevaba el tema: un tío que podría ser perfectamente mi viejo. Abrió la puerta, nos miró a todos, y nos hizo una seña para que entráramos y nos sentamos  alrededor de una mesita. Sacó té con pastas y otros dulces típicos de allí y nos iba dando para que nos hiciéramos canutos mientras él iba sirviendo.
Cuando me llegó fumar lo cogí con tanta ansia, que me reventaron los pulmones y me caía la lágrima cómo si no hubiera un mañana. Aun así, acabé pillándole el gustillo, dejando que me fluyera por el cerebro, y pensando en mil chorradas inexpresables.
Bebí té, porque tenía una sed de la hostia, y empecé a notar alivio, aunque en mi cabeza se juntaran todos esos pensamientos difíciles de explicar… era como hablar con buda y pensar que todo estaba en armonía total.
Cuando nos cansamos de estar allá, y con ganas de irse al centro de la ciudad para algo de fiesta, decidimos coger un poco de choco. Cogimos un "Petit Taxi" y pirarnos a la medina, una especie de mercadillo.
Estuvimos echando un vistazo y yo decidí regatear una Darbuka, que es un instrumento de percusión típico de allí. No tenía ni zorra de como se tocaba, pero me molaba ese rollo y tenía ganas de aprender.
Al final la saqué por 200 dirhams (lo que aquí vienen a ser 20 pavos), y después nos fuimos  a la cafetería a fumar en la shisha y a tomar algo.
Mientras fumábamos todos de la shisha, la gente me preguntaba qué opinaba de Marruecos, y yo le dije que estaba de fábula, en el poco francés que sabía.
Luego fuimos a un restaurante a papear algo, porque nos rugían las tripas como si fueran leones. Así que, pedimos tajin de cordero, del cual comimos todos de la fuente en la que nos sirvieron, y luego pedí un helado para quedarme bien satisfecho.
Con el estómago lleno y con ganas de descansar decidimos irnos a casa, y, hartos de buscar taxi, nos fuimos andando, y yo desconociendo que nos esperaba casi una hora de camino.
Para entretenernos hablábamos de nuestros gustos, de qué hacíamos con nuestra vida o qué esperábamos de ella… soltábamos miles de chorradas, para que no se nos hicieran siglos los minutos.
Llegamos a casa y la prima de mi amigo nos sirvió una especie de mini pizzas, le dimos las gracias y se fue a la cama. Acabamos con ellas y cada uno se fue a  dormir.
Yo me quedé en un sofá de la salita (no lo he dicho, pero éstos son comodísimos y se duerme de putísima madre), y me puse a hacer zapping, hasta que me cansé de ver telenovelas, dibujos, porno del malo, noticias en idiomas que no pillaba ni a la de tres y un largo etcétera; apague la tele y planché la oreja.
Me levanté a las 11 de la mañana y vi que me dejaron solo con la criada que ellos tenían, yo notaba, (y además me lo habían dicho) que le gustaba así que decidí romper el hielo mientras ella me hacía el desayuno, y después de un buen rato comiéndole la oreja decidí tirarle a los labios. Ella me apartó la cara y me dijo - Shuma! -, palabra que significa vergüenza en castellano.
Dejó la salita y bajó a su casa, y yo con un dolor de huevos increíble, y empezándome a preguntar qué coño había hecho y qué cojones iba a pasar.
No pasó más de media hora cuando subió, entró donde estaba y empezó a comerme la boca dejándome casi sin aire, aunque como un pescador inexperto, que no atinaba bien a coger los labios. De todas formas yo le seguía el rollo; un dulce nunca amarga.
Empezamos a comernos todo el cuerpo y como resulta que la muchacha era virgen, cuando me tocó meterla, tuve que estar jugueteando con el bajo vientre, y percutiendo su cono con los dedos: hacia dentro y hacia fuera, como si estuviera tacando una canción de sepultura con la batería.
Se corrió haciendo un charco n el puto suelo, luego suavemente empecé a meterme en sus carnes, haciendo lo que yo llamo un polvo progresivo.
Después de 20 minutos y rematar ya la faena, nos vestimos y limpiamos el charco que ella había dejado en el suelo, antes de que lo viera quien no tocara y pasara algo muy chungo.
Nada más acabar de limpiar, llegó la gente que vivía en la casa de la medina, y nosotros allá sudados y manteniendo la compostura, en el sofá.
La chica se puso a hacer sus labores y yo decidí pegarme un duchazo y bajarme a una especie de recreativos que había por allí. Jugué unas partidillas al futbolín y a una  PS2 que había por allá mientras planeábamos lo de la noche.
Eran las 21:00 yo salía de un locutorio, de haber estado hablando con mi vieja y otras personas, y decidí ir a casa que era donde habíamos quedado para irnos de farra. Cogimos un taxi y nos fuimos al centro otra vez.
Al llegar vimos que estaba lleno de chicas y estuvimos babeando como perros más que otra cosa. Al rato vino un tío con una bolsita de nieve.
Tras darle química al tabique, decidimos ir a una de esas fiestas que organizan turistas, de la cual nos habíamos enterado por una chica inglesa muy simpática a la que conocimos en la misma cafetería de ayer, y yo al saber inglés pues, pude mantener una conversación más o menos decente con ella, y acabó diciéndonos lo susodicho.
Llegamos a una casa de toque rústico, la cual estaba llena de lo que lo suelen estar todas ,en los altavoces sonaba la típica música Drum& Bass y Breaks de las raves.
Me encontré con la chica ésta y decidí quedarme con ella. Dejando que los demás fueran a su bola y buscaran otras chicas para ellos, si es lo que querían… poco me importaba, la verdad.
Después de un baile forzado, unas risas, y mucho alcohol y droga, acabamos en una habitación deprimente y vieja (que seguro no pintaban desde que crucificaron a Cristo), y entonces pasó lo que tuvo que pasar… si es que las inglesas son la hostia; qué caña de tías, de las más simpáticas y abiertas que conocí en mi vida.
Tras el piti de después y un buen trifásico que me devolvió a la vida decidí despedirme de ella besándole como sólo lo hacen en las películas.
Bajé a la piscina y le dije a la gente con la que había venido que me piraba. Entonces salió mi colega, se vistió, nos despedimos de ellos y cogimos el taxi hacia casa.
Como era la una del día siguiente, y no teníamos ganas de ir a dormir fuimos a tomarnos un café y tumbarnos en el ático de su casa, y yo con un porro en la boca, hasta el puto culo, y pensando en mil gilipolleces mientras estaba a mil y pico kilómetros de mi casa, y que bien poco me quedaba para volverla a pisar.

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