martes, 5 de marzo de 2013

Ocaso Ocasional

Llevo toda la maldita noche sin dormir, harto de mirar la pantalla del PC, de leer y hasta de cascármela por puro aburrimiento.
Vi que por la ventana ya aparecían rayos de luz, así que, aprovechando que hacía un magnífico día de fin de verano, decidí pasear por el barranco  - o lo que queda de él.
Tiene bastantes kilómetros, o sea que solo paseé por las zonas más cercanas a casa, y por las  que no hubiera que adentrarse mucho. Allá había una higuera gigantesca, de unos 5 metros de altura de donde yo me encontraba.
Me encantaba observarla, aunque no comiera nada de lo que daba. Un poco más lejos había una especie de charca cada vez más derrumbada por las motos de trial, o por lo que sea, porque hemos hecho tantas que ya no sé ni las causas… aun así, todavía corría agua y con lo poco que cubría decidí refrescarme un poco, y fumarme un petardo al sol mientras contemplaba toda la naturaleza en su esplendor.
Pasada la mañana, y tras haber disfrutado de todo lo que dije antes, salí de casa con el Mp3, en el cual sonaba Black Metal, una música perfecta para el invierno, aunque yo la escucho en la estación que sea y cuando me apetece.
En fin, que tras meditar un poquito y motivado por la música me fui al cementerio, que es un buen ambiente para esta viendo nichos, mausoleos, tumbas hechas polvo y otras un poco más cuidadas. Era como si hubiera encontrado la verdad absoluta y a su vez la tranquilidad, algo que no sentía entonces… lo que no sé es como acabé allí si paso bastante de esos rollos. Paso de las religiones, y ni siquiera visito a mis muertos el día de los difuntos, pero necesitaba hacerlo, si no fuera porque había demasiadas cruces, diría que es hasta bonito estar allí.
Por la noche decidí ir con mis colegas a la playa y estuvimos de farra casi hasta que se quedaron todos dormidos, y yo, que donde mejor duermo es en la cama, decidí continuar sólo y pegarme un baño en pelotas, nadando como si estuviera poseso y sintiéndome vivo.
Nada más salir del mar decidí secarme y liarme un cañón como pude con todo el puto aire playero, y disfrutando; a medias del paisaje, viendo cómo iban y venían las olas, y observando cómo caía otra vez el crepúsculo.

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