Después de
una media horita de sermones y cancioncitas ñoñas cantadas con cuatro acordes
de mierda que hasta un niño tocaría, ese tío de la sotana mojó la hostia
consagrada en el vino del cáliz y se la metió en la boca a Martín, el cual
después de tragársela sintió unas ganas de potarla inimaginables.
La maldita
ceremonia seguía, seguía y seguía y Martín más agobiado cada vez se sentía
entre el calor de la iglesia, las familias y todas esas cosas que si has hecho
la primera comunión no hace falta qué explique.
Salieron
todos a la media hora de tostón parroquial y cada familia por su lado la de
Martín no iba a ser menos y se marcharon todos al restaurante, llenos de gozo,
algunos por llenar la barriga, otros por ponerse más que el sol, y otros por la
ilusión de ver a su nieto, sobrino o hijo de ese acto que ni él mismo
comprendía el significado y ni siquiera supo porque lo hizo.
Llegaron
al parquin del restaurante y Martín empezó a sentir náuseas al bajar del coche,
por lo que potó la hostia como si estuviera expulsando al diablo, aunque se
quedó super a gusto,sería el maldito vino lo que le sentó mal, estos curas...
En fin,
que sacaron el papeo y continuo la juerga y el jolgorio y entre chistes, música
y niños jugando y haciendo el gamberro, Martín se dio cuenta de que todo eso no
era lo que le representaba y que haría todo lo posible para cambiarlo.
A partir
de ese día Martín empezó a interesarse cada vez más por las religiones, tanto
las monoteístas como las paganas, aumentando así sus conocimientos y buscando
la nueva fe, aunque nunca encontraba lo esperado, leyó libros, buscó en páginas
de internet. Y todo tipo de documentos, incluso buscó en la música y en el
cine.
A los
catorce años, y al comenzar el instituto, Martín conoció a un chico extraño,
muy flaco, con cara de pocos amigos y larga melena llamado Miguel, con el cual
compartía gustos musicales aunque este se los amplió al ponerle en los cascos
esas voces podridas o estridentes que parecía qué le
arrancaran los clavos a Cristo de cuajo, guitarras distorsionadas, bajos
atronadores, y baterías que parecían ametralladoras, nada más escucharlo se
enamoró de esos sonidos machacones, en particular de un género que hablaba de
satanismo, paganismo, anticristianismo y sobretodo anti religión, aferrándose
así al ateísmo y al rechazo contra toda religión organizada, era como si
hubiese sido guiado por el sendero de la oscuridad, que en el fondo siempre
había buscado, empezó a hacer esos gritos desgarradores a escribir canciones y
componerlas junto a Miguel en la guitarra, a ellos se les uniría tres renegados
del diablo más y juntos harían ruido para gente como ellos.
A día de
hoy Martín tiene veintitantos, ha llovido mucho desde entonces, se busca la
vida en una tienda de discos que le dan cuatro perras pero es un empleo que a
él le entretiene y le gusta, piensa que no puede estar en mejor sitio, aunque
tenga que hacer pirulas para no quedarse corto de pasta, como coger chatarra y
otras cosas que no vienen a cuento, y sigue con su grupo de toda la vida,
aunque sólo se mantengan Miguel y él de la formación original, sacaron diversas
maquetas hasta llegar a auto producirse su propio disco, y realizan algún
concierto cuando alguien les llama o ellos lo buscan, su espectáculo es ruido
para las ratas, no para las masas, la amas o la odias, no hay término medio,
todo un directo de lujuria, sangre, fuego, y brutalidad al compás de pogos,
cabeceos y manos haciendo la señal del cráneo cornudo, no son superestrellas
pero ni a ellos ni a su público les importa una mierda.
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